domingo, 23 de agosto de 2015

POEMAS

  BORDAS DE HIELO

                                      Vengo a verte pasar todos los días, 
vaporcito encantado siempre lejos... 

¡Tus ojos son dos rubios capitanes; 
tu labio es un brevísimo pañuelo 
rojo que ondea en un adiós de sangre!



Vengo a verte pasar; hasta que un día, 
embriagada de tiempo y de crueldad, 
vaporcito encantado siempre lejos, 
¡la estrella de la tarde partirá!
Las jarcias; vientos que traicionan; vientos 
¡de mujer que pasó! 
Tus fríos capitanes darán orden; 
¡y quien habrá partido seré yo...!

SAUCE

Lirismo de invierno, rumor de crespones, 
cuando ya se acerca la pronta partida;
agoreras voces de tristes canciones 
que en la tarde rezan una despedida.



Visión del entierro de mis ilusiones 
en la propia tumba de mortal herida. 
Caridad verónica de ignotas regiones, 
donde a precio de éter se pierde la vida.



Cerca de la aurora partiré llorando; 
y mientras mis años se vayan curvando, 
curvará guadañas mi ruta veloz.



Y ante fríos óleos de luna muriente, 
con timbres de aceros en tierra indolente,
cavarán los perros, aullando, ¡un adiós!

ROMERÍA



Pasamos juntos. El sueño 
lame nuestros pies qué dulce; 
y todo se desplaza en pálidas
renunciaciones sin dulce.



Pasamos juntos. Las muertas 
almas, las que, cual nosotros, 
cruzaron por el amor, 
con enfermos pasos ópalos, 
salen en sus lutos rígidos 
y se ondulan en nosotros.
Amada, vamos al borde 
frágil de un montón de tierra. 
Va en aceite ungida el ala, 
y en pureza. Pero un golpe, 
al caer yo no sé dónde, 
afila de cada lágrima 
un diente hostil.



Y un soldado, un gran soldado, 
heridas por charreteras, 
se anima en la tarde heroica, 
y a sus pies muestra entre risas, 
como una gualdrapa horrenda, 
el cerebro de la Vida.



Pasamos juntos, muy juntos, 
invicta Luz, paso enfermo; 
pasamos juntos las lilas
mostazas de un cementerio.

YESO




Silencio. Aquí se ha hecho ya de noche, 
ya tras del cementerio se fue el sol; 
aquí se está llorando a mil pupilas: 
no vuelvas; ya murió mi corazón. 
Silencio. Aquí ya todo está vestido 
de dolor riguroso; y arde apenas, 
como un mal kerosene, esta pasión.



Primavera vendrá. Cantarás «Eva» 
desde un minuto horizontal, desde un 
hornillo en que arderán los nardos de Eros. 
¡Forja allí tu perdón para el poeta, 
que ha de dolerme aún, 
como clavo que cierra un ataúd!



Mas... una noche de lirismo, tu 
buen seno, tu mar rojo 
se azotará con olas de quince años, 
al ver lejos, aviado con recuerdos 
mi corsario bajel, mi ingratitud.
Después, tu manzanar, tu labio dándose, 
y que se aja por mí por la vez última, 
y que muere sangriento de amar mucho, 
como un croquis pagano de Jesús.



¡Amada! Y cantarás; 
y ha de vibrar el femenino en mi alma, 
como en una enlutada catedral.


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